sábado, 1 de marzo de 2014

VIGENCIA DEL AT. LOS SINÓPTICOS. MARCOS. EL DOBLE VOCABULARIO.



Pero Mc, que lee selectivamente el AT, va más allá. Como es sabido, distingue dos grupos de seguidores de Jesús, los que proceden del judaísmo, a los que llama «los discípulos» o, en cuanto constituyen el Israel definitivo, «los Doce», y los que no proceden del judaísmo, judíos marginados por el sistema religioso y, en perspectiva, los de origen pagano (cf. 2,15)(11). Ahora bien: en este evangelio emplea Jesús un lenguaje diferente según sus oyentes sean judíos o pertenezcan solamente al primer grupo o bien se encuentren entre ellos individuos no procedentes de la institución judía. Puede hablarse de un doble vocabulario. En primer lugar, cuando cita un pasaje del AT lo hace siempre para un auditorio judío, compuesto o no de discípulos. Pero emplea además una terminología diferente según se trate de uno u otro auditorio. Así, por ejemplo, términos como Esposo (2,19.20), Mesías (9,41; 12,35), bautismo (10,38.39), resurrección (8,31; 9,10.31; 10,34; 12,25), alianza (14,24), sangre derramada por el perdón de los pecados (14,24, terminología inspirada en los ritos del templo), propios de la tradición judía, no los utiliza Jesús cuando hay oyentes que pertenecen al segundo grupo de seguidores. 

Esto hace ver que, para este evangelista, la tradición judía, expresada particularmente en el AT, no es vinculante para los seguidores de Jesús que no proceden de esa cultura. O, quizá mejor, que, si bien para los creyentes de origen judío era natural ver en Jesús, el Mesías, el punto de llegada de una larga expectativa, basada en una particular tradición y vicisitud histórica y espiritual, para los que tenían su origen en otras culturas no era Jesús punto de llegada, sino punto de partida. La evangelización de los paganos no había de comenzar por una exposición del AT -la arqueología de la fe (12) lleno de ambigüedades, sino por la de la figura de Jesús, desde el cual podrían juzgarse las tradiciones particulares de los pueblos, incluida la del pueblo judío. 

Es evidente que la cristología se enriquece extraordinariamente al considerar a Jesús sobre el trasfondo del AT, y que ciertas categorías o personajes de éste sirven de falsilla para interpretar su persona y misión. Así, Mesías, el Hijo del hombre, profeta, justo paciente, Servidor de Yahvé, David, Salomón, contenido de textos proféticos, etc. Pero eso es en gran parte recurso literario y reflexión teológica, para hacer más comprensible la excelencia de Jesús a los creyentes educados en la tradición judía. 

(11) Para la distinción entre los dos grupos, véase J Mateos, Los Doce, 81-83, 129-131; para el doble vocabulario, ibid., 195-207
(12) Cf. Grelot, Sens cbrétien, 419.

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